Columna de Javiera Barraza y Miguel Pérez: Cultura, crisis climática y planificación territorial
03 / 06 / 2024
Javiera Barraza y Miguel Pérez – El Mostrador
La recurrencia de eventos climáticos cada vez más extremos (olas de calor y frío, sequías, lluvias torrenciales, por mencionar algunos) nos obliga a replantear el modo en que pensamos nuestra vida en las ciudades. Un informe de 2023 del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático no solo advirtió la necesidad de implementar acciones transformadoras que detengan el avance de la crisis climática, sino también considerar los impactos diferenciados que dicho fenómeno provoca según zonas geográficas y la capacidad de adaptación y resiliencia de los distintos grupos sociales. Frente a este escenario, en esta columna queremos rescatar la importancia de la dimensión cultural y comunitaria en los procesos e instrumentos de planificación territorial.
Si bien diversos organismos internacionales e instrumentos nacionales como la Contribución Determinada a Nivel Nacional reconocen la importancia de la dimensión de género, cultural y de la participación ciudadana, aún se encuentran escasamente incorporados en los instrumentos locales. Estas decisiones contribuyen a reproducir las desigualdades estructurales que enfrentan los grupos más vulnerables, entre ellos, mujeres, niños y niñas, comunidades indígenas, minorías étnicas, entre otros, condicionando su capacidad de enfrentar las consecuencias de la amenaza climática. La pérdida de empleos, los desplazamientos, las dificultades para acceder al agua e incluso la amenaza hacia la vida son algunas de las consecuencias para ellos, por lo que la crisis climática no solo es un asunto político, sino también ético sobre el resguardo de los derechos humanos.
Como hemos observado en el Proyecto Anillos “Cultura y Crisis Climática” (ATE 230065), la incorporación de la dimensión comunitaria implica el reconocimiento de las identidades diversas de quienes resultan afectados por la amenaza climática. Al mismo tiempo, resulta clave incorporar sus conocimientos y saberes en torno al cuidado del medioambiente, especialmente en el caso de comunidades indígenas. En un contexto donde las acciones locales tienen impactos globales, la incorporación de estas visiones puede propiciar una gobernanza climática más democrática, así como un cuestionamiento a las formas de vida, consumo y producción que van en detrimento de la sostenibilidad ambiental al fomentar la emisión de gases de efecto invernadero (GEI).
De la misma manera, la integración de aquellos grupos permite disminuir las asimetrías de poder en la toma de decisiones, fomentar el diálogo, negociar y definir acuerdos por el bien común, complejizando de esta manera las dimensiones que se consideran relevantes respecto al cambio climático. Al articularse bajo un horizonte en común, son estas acciones las que representan una oportunidad para matizar los conflictos socioambientales, contribuyendo a formar modelos de resiliencia, entendidos como la capacidad de afrontar una amenaza, y que tienen por resultado comunidades bajas en carbono, más informadas, conscientes y mejor preparadas frente a la amenaza de riesgos.
Si bien la Ley Marco de Cambio Climático (LMCC) busca enfrentar a largo plazo el cambio climático, obligando a los municipios a la elaboración de planes que consideren tanto la mitigación como la adaptación, todavía persisten desigualdades y limitaciones financieras y una falta de conocimiento técnico entre municipios.
Pese a ello, cabe destacar que los instrumentos de planificación municipal como los Planes de Acción Comunal de Cambio Climático (PACCC) continúan siendo las instancias más cercanas para fortalecer el involucramiento de las comunidades. Para ello, se requiere de transparencia y acceso a la información, capacidad decisoria y una participación activa en el diseño del instrumento que considere las necesidades y urgencias de los habitantes a escala barrial y comunal. Solo incorporando la dimensión cultural y comunitaria podremos enfrentar las amenazas cotidianas que nos impone la crisis climática.
Por Javiera Barraza, asistente de investigación Proyecto Anillos ATE230065, y Miguel Pérez, director de la Escuela de Antropología UDP.